A los 77 años, René Favaloro tomó la decisión de quitarse la vida y desde ese momento, su figura no ha dejado de crecer. Su legado sigue en pie y su actitud personal, profesional y política ante la vida, marcó y marca un camino a seguir.
La Fundación tenía deudas millonarias, pero el doctor sufría por la desidia, por no ser escuchado. Sus valores parecían no servir para el mundo que le tocaba vivir. Y se sintió solo.
Por la tarde, solo en su departamento, se encerró en el baño y se disparó en el corazón. Su fallecimiento conmocionó al país entero y a la comunidad médica y científica internacional.
Un final así para una de las mayores eminencias mundiales era difícil de comprender. Pero como dice la canción, los buenos mueren. Favaloro seguramente rechazaría los homenajes, solo quería continuar su labor con excelencia y compromiso social, regido por sus valores y ética inquebrantables.
Hace 20 años nos dejó nuestro último gran patriota. Y efectivamente los buenos mueren, pero los buenos como Favaloro son inmortales.