Argentina cumplió treinta años de relación con el gigante del thrash metal. Noche de himnos que explican por qué nos gusta tanto corear riffs de guitarra.
En 1994 Dave Mustaine se quedaba atónito ante una horda de personas que coreaban el riff de “Symphony of Destruction” desde el Fin del Mundo. Lo curioso era que cantaban justamente cuando él no lo hacía. Esta pregunta y respuesta generó una amable conversación que treinta años después ambas partes disfrutan continuar.
Es normal encontrar en Buenos Aires a personas que vieron a Megadeth diez o quince veces en vivo. O que viajaron a verlos a países como Chile, Paraguay o Brasil. Pero las mejores misas del gigante del thrash metal son con la bandera albiceleste en el medio.
Después del show de Against, banda telonera argentina, los diferentes cúmulos de hinchas empezaron a armar rondas que se iban a convertir en hogueras. La previa de un show de “El Colo” se vive como si tu club estuviera por salir a la cancha, en un estadio sold out hasta la última gota de aire.
El show de Megadeth ya no comienza con la grabación de “Prince of Darkness”, sino que entra de lleno con el intro de “The Sick, the Dying… and the Dead!”, que le da nombre a su álbum estrenado en 2022. Explosión en el escenario y sorpresa, porque particularmente esta canción suena igual a la versión en estudio y conjuga un inicio a la altura de un recital poderoso.
Inmediatamente después llegó “Dread and the Fugitive Mind”, y en referencia a la fidelidad a la versión original, en este tema la banda utiliza una afinación más baja. Esto le otorga un sonido más pesado y junto al doble bombo el Arena es avasallado por una pared de sonido.
La tercera es “Skin o’ My Teeth”, de su álbum “Countdown to Extinction” (1992), un temazo que Mustaine llevaba unos buenos siete u ocho años sin incluir en el setlist.
Los más nerds de las seis cuerdas habrán notado que el nuevo guitarrista de la banda, el finlandés de 37 años Teemu Mäntysaari, toca por nota todos los solos de Marty Friedman, Kiko Loureiro o de Al Pitrelli.
Esto remite un poco más a las decisiones de Chris Broderick que a las de Kiko, que en ocasiones se tomaba más libertades y optaba por escaparse del guión en algunos pasajes de vértigo.
Fue entonces cuando llegó el turno de los clásicos, y con “Hangar 18” la gente se volvió completamente loca. Luego siguió “Wake Up Dead” y vino acompañada de “In My Darkest Hour”, que a diferencia recitales anteriores ya no tiene intro, sino que engancha directo al riff.
Con la séptima canción, “Sweating Bullets”, fue imposible no hacer headbang. Llegando a la mitad del show, apareció “Trust”, una del setlist que conocemos muy bien pero nos toca una fibra interna.
“A Tout Le Monde” es un clásico que ya se consolida como la “balada” del Crush The World Tour 2024. Y si bien a partir de “Trust” el ritmo del setlist ya no es una máquina asesina, con el final de “A Tout” y el solo de Mustaine junto a Teemu, el público se volvió a encender. Shout out al público argentino que no solo canta riffs, sino también solos.
Esta tradición argentina se capitaliza aún más en “Tornado of Souls”, otra canción que estuvo en el setlist por mucho tiempo, y en la que ahora Mustaine se despega del micrófono y deja que el público cante. ¿Lo hará en todos los países? Realmente no lo sabemos. Pero en Buenos Aires se lo ve cómodo al Colorado.
“We’ll Be Back” es una gema dentro de la discografía. Y cuando llega el momento del intermedio es una patada en la cabeza. También el final de este temazo es un momento para correr a revivir al stream oficial. “Saluden, el mundo los está mirando”, dijo el líder de la banda. Hubo transmisión y pueden chequear que el nivel fue increíble.
Llegó el momento viral con “Symphony of Destruction” y la conclusión es que deberían pasarla todas las mañanas en las escuelas primarias de nuestra patria. Además de ser el momento pico que pone a todos a filmar, es un llamado a la acción que manijea a la banda. Ida y vuelta hermoso con un pueblo campeón del mundo en aguante.
Con “Devil’s Island” llegó una sorpresa, ya que la habían tocado en el primer concierto del tour en Lima, el 6 de abril, pero después no volvió a sonar ni en Santiago ni en Asunción. Inmediatamente después, el clásico “Peace Sells” nos hizo dar cuenta que nada cambió desde la realidad que Mustaine pintaba en su letra.
Para el encore, “El Colo” apareció con una Gibson Flying V con los colores de Argentina y el público cayó rendido a sus pies. Después de pararse en el medio del escenario como el flautista de Hamelin, empezó el riff de “Holy Wars” y un show aparte abajo del escenario.
Megadeth desató la euforia y ver a Dave Mustaine con una viola (ahora es endorser de Gibson, atrás quedaron los tiempos de Jackson) signature con la bandera albiceleste fue una fiesta absoluta de heavy metal. Cierre de antología para un recital a puro vértigo.
A treinta años de su primera vez en Buenos Aires y el origen del “Aguante Megadeth” el sonido de la banda en vivo sigue siendo impecable. Si esta fue la primera vez que los viste, probablemente haya sido la hora y media más intensa de tu vida. Si ya estuviste en varias de sus visitas, gracias por demostrar en la historia grande que el heavy metal es familia.